«FARMACÉUTICO + PACIENTE. ADHERENCIA AL TRATAMIENTO»

En cuestión de un año, y a pesar de que pueda parecer ayer cuando pisaba por primera vez la Facultad, estaré ya poniendo fin a estos cinco cursos de carrera y pasando a ser oficialmente graduada en Farmacia. Se abre ante nosotros, los estudiantes y futuros farmacéuticos, un amplísimo abanico de posibilidades y salidas profesionales diferentes, en las que nuestra profesión juega un papel esencial. Sin embargo, si algo tienen todas estas salidas en común, como profesión sanitaria que es la Farmacia, es la búsqueda del bien del paciente y ese intento de mejorar, aunque sea un poco, el bienestar y la salud de nuestra sociedad.

Así pues, nuestra labor como sanitarios va mucho más allá de dispensar un determinado fármaco a un paciente que acude con una receta médica a una Oficina de Farmacia. Ni debemos conformarnos con ello, ni tampoco esto será suficiente para que un paciente se cure o vea aliviada su dolencia. De entre todos los aspectos clave que influyen en el éxito o fracaso de un tratamiento y, por ende, en la salud y el bienestar de nuestros pacientes, la adherencia terapéutica es de fundamental importancia. Y es, precisamente, un aspecto en el que farmacéuticos, y, en particular, farmacéuticos comunitarios, pueden ejercer, como profesionales en contacto directo y de primera línea con los pacientes, un rol de gran ayuda.

Según la Organización Mundial de la Salud (OMS), la adherencia terapéutica es “el grado en que el comportamiento de una persona se corresponde con las recomendaciones acordadas de un prestador de asistencia sanitaria”. Es, como demuestran las estadísticas, un verdadero problema que comporta graves consecuencias, tanto clínicas, como económicas, y frente al cual resulta necesario tomar medidas. Así pues, en coordinación con otros profesionales de la salud y autoridades sanitarias, desde nuestra profesión podemos contribuir a este fin colaborando activamente con el paciente, informándole adecuadamente de qué está tomando, de cómo y por qué tomarlo, de la importancia de acompañar el tratamiento con hábitos y un estilo de vida adecuado, etc. Asimismo, podemos ofrecer herramientas que ayuden al paciente a tomar correctamente sus medicamentos: sistemas personalizados de dosificación (SPD) que les ayuden a organizar los medicamentos, dispositivos de recordatorio… Todo ello de forma individualizada y protocolizada para cada persona.

Sin embargo, y sin perder de vista estas consideraciones, en nuestro país nos enfrentamos a varios obstáculos que, lejos de facilitar esta labor del farmacéutico como eslabón clave para mejorar la adherencia terapéutica, generan no pocas limitaciones. Probablemente uno de los más discutidos sea el acceso a la Historia Clínica del paciente, actualmente restringida para profesionales de la salud autorizados (según la Ley de Protección de Datos). Esto implica que el farmacéutico no tiene acceso a la historia clínica del paciente y, por lo tanto, no puede conocer la totalidad del tratamiento médico de este. Difícilmente, por tanto, va a ser capaz de informar, monitorizar y recomendar adecuadamente a un paciente sobre un medicamento que le está dispensando, si no posee información completa sobre su tratamiento médico, sobre posibles interacciones, duplicidades… y mucho menos será posible establecer una correcta comunicación y un buen trabajo en equipo con los médicos y otros profesionales sanitarios para asegurar al paciente el mejor cuidado de salud posible.

En definitiva, queda patente que la contribución de los farmacéuticos comunitarios puede ser de gran utilidad para mejorar la adherencia terapéutica, como pieza clave del personal sanitario que somos, gracias a la cercanía que nos caracteriza y a la comunicación directa con los pacientes. Sin embargo, queda mucho por hacer y por avanzar: las limitaciones a las que se enfrenta el Farmacéutico Comunitario en el día a día (la falta de acceso a la Historia Clínica es solo uno de los ejemplos) impiden muchas veces que esta labor tan crucial no pueda llevarse a cabo lo mejor posible, algo que puede no solo repercutir negativamente en el profesional, sino, lo que es más importante, en la calidad del servicio recibido por el paciente, el éxito o fracaso de su tratamiento.

Al fin y al cabo, en la Universidad nos enseñan que el bienestar y la salud del paciente es el objetivo común por el que todos los sanitarios debemos trabajar. ¿Estamos realmente haciendo todo lo que está en nuestra mano por conseguirlo?

                                                                             Leyre Sánchez de Muniain Legarrea

(Este trabajo ha sido galardonado con el Segundo premio en el X Concurso de Ensayo para Alumnos de Farmacia organizado por AEFAS en colaboración con la FEEF)

2023-06-07T16:36:23+00:0007/06/2023|