EL FARMACEUTICO Y LA VULNERABILIDAD

Cuando el ser humano se creía, en su gran soberbia, inmortal, viene un diminuto microorganismo y le sitúa en la realidad de la naturaleza. Además, este insignificante organismo necesita un huésped para vivir y reproducirse, no puede hacerlo el solo. El ser humano es vulnerable, eso todos creemos que ya está claro y de ¡qué manera!, porque el virus en cuestión ha conseguido no solamente acabar con la vida de muchas personas o dejar en difícil situación de salud a muchas otras que sufrirán importantes secuelas; también ha paralizado el mundo. Le ha demostrado al ser humano que no todo lo tiene controlado, como él creía. Y me pregunto: ¿hemos hecho ya una cura de humildad? Analicémonos si la hemos hecho y si la vamos a poner en práctica, porque eso demostraría un signo de inteligencia. Todos nos equivocamos muchas veces, hasta los que se creen más listos o más inteligentes.

Y como resulta que los farmacéuticos somos seres humanos, también somos vulnerables. En estos días todos: los de oficina de farmacia, los hospitalarios, los de la industria o los investigadores, hemos estado en primera línea. Y muchos muy cerca del dichoso virus, trabajando con muy altas medidas de seguridad, con la dificultad de la cercanía física en la atención a los pacientes que nosotros realmente deseamos. Pero hemos aprendido, yo creo, algo importante: primero que somos vulnerables, por supuesto; pero también que somos bastante imprescindibles en la sociedad. En general, se ha estado en todas las actividades profesionales a la altura de las circunstancias, dando lo mejor de nosotros mismos. Hemos puesto en juego todo nuestro saber, profesional y humano, nuestras instalaciones, nuestro dinero, nuestra psicología, para poner en práctica lo que los griegos llamaban: “el arte de curar”. Pero cuidado, no nos lo creamos. Tenemos la obligación de seguir aprendiendo, no solo de lo meramente técnico, que también, sino de lo humanístico; de ese arte de curar que decíamos antes en el que la responsabilidad y la integridad son dos principios inexcusables (entre otros de los que la ética recomienda).

Me gustaría que esto sirviese para repensar la profesión y me pregunto: ¿por qué el farmacéutico ha sido reconocido por primera vez, para la gran mayoría de la sociedad civil, en una situación de vulnerabilidad? ¿También en los momentos de bonanza, el farmacéutico pone en práctica todas las virtudes que ha puesto en esta situación de pandemia? ¿Será ésta una buena praxis para hacernos visibles en el futuro? ¿Será el secreto para no desaparecer? No solamente hemos de tratar de disponer de una adecuada y actualizada capacitación técnica, una colaboración estrecha con las administraciones sanitarias, una capacidad de respuesta adecuada, etc. También hemos de revisar e implementar los aspectos humanísticos, éticos y bioéticos de nuestro quehacer profesional y mantenerlos activos, siempre vivos

En palabras de Tölkien una crisis no es una eucatástrofe, sino una oportunidad para aprender.

 

José Ignacio Centenera Jaraba

2020-06-01T21:18:34+00:0001/06/2020|