Leo en ABC que el Gobierno aragonés incentivará con hasta 12.000 euros al año a los médicos de atención primaria que más ahorren en receta. El objetivo, reducir el denominado gasto farmacéutico.
Ante esta noticia me ha surgido la duda de si los directivos de la administración aragonesa se han llegado a preguntar sobre la cuestión en sí. Es decir, si han contemplado el problema en su conjunto y han optado por la mejor solución o si, simplemente, han fijado una cifra en el balance de resultados y han buscado los medios para lograrla. A mi me parece que se han decantado por la segunda opción. Les voy a ofrecer mi reflexión:
Sabemos que la atención sanitaria tiene que estar basada en la eficiencia, todos los agentes sanitarios asumimos que hay que facilitar el mejor medicamento al menor precio. Por otra parte, también es aceptado que hay que evitar el consumo de medicamentos innecesarios. Pues bien, si se incentiva al médico para que prescriba medicamentos más baratos, o que no llegue a prescribirlos, será porque el médico está desarrollando mal su trabajo (bien por una falta de escrupulosidad, bien por los intereses comerciales con determinadas casas farmacéuticas, etc.). En ese caso no habrá que incentivar al médico, habrá que amonestarlo por mala praxis.
Pero si el anterior planteamiento es erróneo, porque el médico prescribe bien, la medida que se está comentando supondrá un riesgo para el paciente, ya que se estaría presionando al facultativo para que cambie la prescripción que considera adecuada para su paciente.
En conclusión: La medida propuesta por el gobierno aragonés es muy cuestionable ya que si el medico prescribe mal habrá que amonestarlo y no premiarlo para que haga bien su trabajo. Si, por el contrario, el médico prescribe bien, la medida propuesta supone un riesgo para la salud de la población ya que estimula al médico a realizar una prescripción que no considera adecuada.
José López Guzmán
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