La identidad perdida, farmacéuticos del siglo XXI

Viernes, 9.00 de la noche; Marta se dirige a la puerta de su farmacia, coge las llaves del bolsillo de su bata y cierra la puerta. ¡Por fin a casa! Solo le queda comprobar que el pedido para mañana está correcto y ya podrá disfrutar de un merecido descanso. Tan absorta estaba pensando en lo que iba a hacer ese fin de semana, que no se percató de que alguien intentaba entrar. Marta miró hacia la puerta murmurando: “está cerrado”.

Se acercó a la entrada, ya que estaba de noche y no se veía bien quién estaba fuera. Los ojos de Marta se abrieron de par en par, no creía lo que veía, era Jaime, su mejor amigo del instituto. Introduce nerviosamente la mano en su bolsillo para buscar las llaves y abre la puerta. “¡Jaime, qué alegría verte! ¿Cómo tú por aquí? ¿y a éstas horas?” Marta y Jaime habían sido íntimos amigos, pero la amistad fue desapareciendo al irse Jaime a estudiar medicina a Madrid. Hacía años que no se veían y se notaba en su aspecto que el tiempo no había pasado en vano para ambos. “Siento venir a estas horas Marta, sé que acababas de cerrar, pero he salido ahora de un congreso, me he enterado dónde tenías la farmacia y no podía irme sin verte”. Jaime venía a por unos ibuprofenos de 600mg para el dolor de cabeza que decía que le provocaba el congreso al que asistía.

Se pusieron al día con sus vidas, Marta, como era evidente, trabajaba en esa farmacia todo el día, al estar bien situada, el trabajo era muy intenso y acababa por agotarle. Jaime le contó que trabajaba como neurocirujano en un hospital muy reputado de la capital, le apasionaba su trabajo hasta tal punto que vivía por y para él. Entregado como estaba a su profesión le surgió espontáneamente una pregunta para su amiga: “Y tú, Marta, después de tantos años estudiando, de tanto esfuerzo por montar esta farmacia, ¿eres feliz con lo que haces?” Marta se quedó muda, ¿a qué venía esa pregunta? ¿quién era él para aparecer a esas horas en su farmacia y avasallarle con preguntas tan personales? Jaime, ante la cara de espanto de su amiga, se excusó, pero, como era habitual en su carácter burlón, no cedió en la batalla: “Tanto estudio para recortar cupones y vender pastillitas de ibuprofeno…” La cara de Marta se puso roja como un tomate, había olvidado esa faceta de su amigo, pero se colocó bien la manga de su bata y le contestó lo primero que le brotó de su mente: “Mira Jaime, hacía años que no te veía y me alegro mucho de que te vaya tan bien en la vida, pero como ya veo que solo has venido a picarme será mejor que tomes tus ibuprofenos y te vayas a descansar. Ah, y siento decirte que no te puedo dispensar lo que me has pedido, tendrás que llevarte comprimidos de ibuprofeno de 400mg, los que me has pedido precisan de prescripción médica.” Jaime sonrió a su amiga, aceptó la corrección, no sin antes morderse la lengua para no responder con otro ataque, y le despidió con un “hasta pronto”.

El tiempo había pasado volando, Marta, después de oír cerrarse la puerta, con la cabeza absorta en la pregunta que tanto le había herido, se quitó la bata, la colgó en su perchero de siempre, cogió las llaves, el abrigo y el bolso y se dispuso, por fin, a cerrar la farmacia. En casa estaría su familia esperándola, tenía ganas de ver a sus hijos y a su marido para olvidarse así de las preguntas que le rondaban por la cabeza. “¿Soy feliz con lo que hago? ¿Ha merecido la pena el esfuerzo o solo sirvo para cortar cupones?” 

Esta y otras preocupaciones rondan por la cabeza de muchos farmacéuticos del siglo XXI, ¿es este siglo un momento de crisis profesional? La profesión farmacéutica ha quedado relegada, grosso modo, a la venta de genéricos como el ibuprofeno. Pero ¿es solo eso a lo que se dedican los farmacéuticos? 

Los médicos se presentan como un colectivo bien organizado y armado para defender su importante papel prescriptor ante cualquier situación. Mientras, el farmacéutico va viendo como sus competencias se reducen, como la farmacia puede convertirse en solo una empresa, como la Sanidad no lo integra en el equipo sanitario, como algunos médicos desprecian su labor, como los profesionales de enfermería piden la potestad de prescribir… Es entonces cuando, farmacéuticos como Marta, necesitan evadirse de las preguntas existenciales que les acechan, para poder vivir “tranquilos”, sin desilusionarse con el camino que un día decidieron tomar. El presente es oscuro y el futuro es incierto ¿no creen?  

A veces, para calmar las conciencias, se recurre a mandar mensajes positivos, de que todo va bien y que en verdad los farmacéuticos hacemos todo bien, que la culpa la tienen otros: los médicos, la sociedad, el sistema sanitario…Pero eso tampoco es del todo cierto, ¿no?   

¿Es la actitud de Marta la adecuada? Ella se ha ido a su casa desesperanzada y con la necesidad de evadirse de este “mundo cruel” que no tiene solución. ¿O es más correcto vender al farmacéutico como el perfecto profesional sanitario tan poco valorado? Con tan solo una mirada a la situación de la profesión, parece que ninguna actitud soluciona el problema. ¿Qué hacer?   

Por un lado, vemos como existen determinados “dementores”, (dícese de aquellos seres que le roban a uno la esperanza, la ilusión de vivir) que se encargan de que los jóvenes farmacéuticos vean frustradas sus expectativas de mejorar el mundo, bueno, o al menos la sanidad pública. Ya el farmacéutico se encuentra con una puerta infranqueable cerrada por sus propios compañeros. “Llevo intentándolo años, tú no vas a conseguir cambiar nada”. Es entonces cuando el joven se desilusiona y cede a la batalla antes de pelearla.   

Al otro bando, están aquellos que te ensimisman con promesas superfluas de mejora, de que todo lo podemos cambiar porque somos los mejores profesionales y que no te equivocas tú, sino que lo hacen otros.   

Es entonces cuando entran las crisis de identidad ¿quién soy? ¿un profesional sanitario? ¿un empresario que cuánto más venda mejor? ¿un vendedor excelente de productos de parafarmacia? ¿o tan solo corto cupones y ya, ni eso? Presente oscuro, sí. Pero no debemos desilusionarnos, debemos volver al fin de la profesión: servir al paciente. Qué feo suena lo de servir, pero no se debe entender mal, sino como atender al paciente en todo lo que necesite. Porque ¿quién está siempre al pie de calle? ¿a quién acuden para evitar las largas listas de espera del médico “si tan solo tengo un resfriado”? ¿quién está para escuchar los problemas e inquietudes? ¿quién fabrica los medicamentos? ¿quién investiga nuevos fármacos para curar el cáncer? ¿quién les enseña a los ancianos cómo y cuándo tomarse sus medicaciones? Sí, justo lo que estaban pensando: el farmacéutico. Esto y mucho más son sus tareas diarias, tareas que pasan desapercibidas para mucha gente, incluso para los propios farmacéuticos. Se trata de un trabajo muchas veces en lo escondido, sin un “gracias”, sin ninguna alabanza, un servir al paciente desde el mejor lugar: aquel al que siempre acuden cuando más lo necesitan. Ni los pacientes, ni los profesionales sanitarios, ni la sociedad en su conjunto, ni siquiera nosotros mismos, somos conscientes de la importancia de este trabajo servicial.  

Recuperemos nuestra identidad y constituyámonos como un colectivo seguro y firme, que sabe lo que quiere, que tiene armas para defenderse de las tempestades y que luchará siempre por el bien del paciente. A veces fallaremos, recurriremos a la farmacia como empresa para ganar dinero en esta situación de crisis, creeremos que los demás siempre nos atacan y que no servimos para mucho, porque así nos lo hacen ver. Pero lo que no debemos fallar es en apoyarnos los unos a los otros y luchar por defender que el farmacéutico del siglo XXI es necesario, que el paciente lo necesita, ¡nos necesitan!   

¿Vas a dejar que los “dementores” te roben las ganas de mejorar y cambiar? Súbete a este barco de la esperanza, en el que, como dijo una gran mujer: “A veces sentimos que lo que hacemos es tan solo una gota en el mar, pero el mar sería menos si le faltara esa gota”.   

María Barbería Latasa   

(Este trabajo ha obtenido el primer premio en el  III Concurso de Ensayo para Alumnos de Farmacia organizado por la Asociación Española de Farmacia Social, la Federación Española de Estudiantes de Farmacia y Correo Farmacéutico).  

Foto vía: Beccles Pharmacy vía photopin (license)

2019-01-18T08:53:57+00:0024/05/2016|