El neurólogo Huntington Potter planteó, en 1991, que la enfermedad de Alzheimer puede ser una especie de síndrome de Down adquirido, es decir que podrían ser las dos caras de una misma moneda.
Los enfermos de Síndrome de Down poseen tres cromosomas en el par 21 y justamente en dicho par se localiza el gen que da lugar a la proteína beta amiloide que es la característica de la enfermedad de Alzheimer. Casi todos los enfermos con síndrome de Down muestran en su cerebro los cambios característicos de la enfermedad de Alzheimer, los depósitos de dicha proteína y los ovillos neurofibrilares formados por la proteína Tau. De ahí que Potter esté convencido que para curar el Alzheimer hay que profundizar en el estudio del síndrome de Down.
Es curioso observar que mientras la sociedad rechaza a una persona con síndrome de Down y las considera una lacra e incluso los legisladores han admitido su eliminación por no ser «útiles» sean ahora la diana fundamental para la investigación de otra enfermedad que padecen muchas personas en edad avanzada. Una evez más se demuestra que la ciencia y la Ética no sólo no se contraponen sino que se ayudan y además no están reñidas. No existe progreso en la ciencia sin tener en cuenta la Bioética y la investigación ha de estar regulada por ella para poner unos límites porque antes o después la Ley Natural se impone. Si al final el síndrome de Down pudiera curar el Alzheimer, ¿Quien se atrevería a hablar de personas útiles o inútiles? Tiraría por tierra a todos los utilitaristas actuales.
Sagrario Crespo Garrido
Foto vía: FundaciónReto vía photopin cc