QUIERO EMPEZAR A SER VISTO COMO LO QUE VERDADERAMENTE SOY

No es la primera vez, ni será la última que escucharé expresiones relacionadas a los farmacéuticos que distan de la realidad: “¿Para qué estudias farmacia, para acabar vendiendo medicamentos?”; “5 años de carrera para vender un ibuprofeno no merece la pena”; “farmacia no tiene salidas laborales a menos que no tengas una farmacia propia”, etc. Por desgracia esta es la realidad a la que muchas veces he tenido que enfrentarme.

Considero que es la sociedad española la que, apoyada en el sistema Sanitario, hace que el papel del farmacéutico este muy infravalorado en España hasta el punto de considerarnos el último eslabón de la cadena dentro del campo sanitario. El problema radica en el desconocimiento tan sumamente grande de la importancia del farmacéutico en el día a día. Hoy en especial quiero colaborar a que desaparezca esta afirmación.

Según la RAE: “El farmacéutico es aquella persona legalmente autorizada para ejercer la farmacia”.En otras palabras: somos las únicas personas que con nuestra formación tenernos la capacidad de crear, preparar y dispensar medicamentos. Hemos sido educados y preparados durante años en su conocimiento y función. Somos los especialistas del medicamento y nuestra responsabilidad es tal, que no solo pensamos en el corto plazo del paciente para paliar su dolor, sino en el largo plazo, en cómo ese medicamento con sus efectos secundarios puede afectar en su vida. El éxito de una operación, o de una intervención reside en un equipo médico, el éxito de la recuperación y de devolver al paciente una calidad de vida reside en nosotros.

Me focalizo a continuación en el tema de este ensayo: en la en la unidad de cuidados paliativos, cuyo objetivo es el de ayudar a los pacientes con una enfermedad grave, o en muchos casos enfermedades terminales a “sentirse mejor”. Esta área es una de las más delicadas al interno de un hospital, en la cual no se practica solo medicina, sino que existe un acompañamiento social, emocional y también espiritual por todo un equipo médico tanto para el paciente como para sus familiares. En definitiva, se centran en hacer todo lo posible para mejorar la calidad de vida del paciente.

Hoy en día, al interno de esta unidad el farmacéutico no forma parte de este equipo de profesionales. Médicos, enfermeras, psicólogos, capellanes… pero, ¿dónde estamos los especialistas del medicamento?; dónde estamos los responsables de controlar que se esté suministrando al paciente el medicamento y la dosis justa y de intervenir con rapidez cuando el medicamento no responde como se esperaba?

Está claro que esta unidad lo que predomina por desgracia es el dolor, uno de los síntomas más comunes y que refleja en la mayoría de los casos la muerte del paciente. Los medicamentos ayudan a aliviar este síntoma, pero cada persona es única y responde al dolor de forma diferente. El médico es el responsable de la receta de los mismos y de ver cuáles son los más adecuados para el paciente, así como su vía de administración, pero, por desgracia, estos pacientes se juntan al día con una cantidad infinita de fármacos en el cuerpo, la cual con nuestra intervención podría reducirse y mejorarse ya que en muchos casos el exceso de medicación no es necesario.

A continuación, un ejemplo clásico que explica el punto redactado anteriormente: En la unidad de cuidados paliativos lo que más se utiliza son opioides, pues alivian rápidamente el dolor de un enfermo como la morfina pero así mismo como efecto adverso provocan estreñimiento, lo que requiere que el paciente tome otro medicamento para contrarrestar este efecto. En este ejemplo hemos visto cómo interactúan solo 2 fármacos pero, ¿se imaginan lo que puede pasar cuando un paciente toma unos 8-10 medicamentos distintos diarios y no se sabe nada de ellos?

Obviamente todo esto conlleva a que el médico plantee un plan de estrategia para afrontar la mejor combinación de fármacos posible teniendo en cuenta efectos adversos, interacciones con otros fármacos, dosis, etc., pero en muchas ocasiones no se consigue encontrar una solución y sobresaturamos al paciente con fármacos solo por desconocimiento de los mismos.

Por esto, insisto en que la formación del farmacéutico es el perfecto aliado para resolver este problema.

La delicada situación en la que se encuentran los pacientes del área de cuidados paliativos con múltiples patologías y medicamentos hace que cualquier cambio en su medicación suponga un riesgo para su vida, y la combinación de los medicamentos muchas veces puede influir de manera negativa. La monitorización del paciente debe ser constante, seguir su evolución, ajustar dosis de los medicamentos suministrados o incluso realizar cambios en los mismos, pero nunca se debe perder de vista el objetivo: el bienestar del paciente.

Hasta ahora hemos hablado de medicamentos comercializados pero nos hemos olvidado que existe la formulación magistral personalizada y que el farmacéutico es el único profesional sanitario capaz de llevarlo a cabo. Gracias a la formulación magistral podemos adaptar el fármaco a las condiciones especiales de cada paciente en lugar del paciente al fármaco. Es una labor imprescindible que se lleva a cabo a diario en el servicio de farmacia en los hospitales de España y que, como la labor del farmacéutico, también muy desconocida.

Como estudiante de farmacia y futura farmacéutica me siento obligada a defender mi profesión y a darme a conocer en la mayor parte de las áreas sanitarias, y sobre todo en una tan importante como la unidad de cuidados intensivos, porque al fin y al cabo las personas que se encuentran allí son pacientes que generalmente están llegando al final de su vida y siempre hay que enfocarse en lo que es importante ahora para él.

Lo que quiero decir con esto es que durante los meses, semanas o días finales de un paciente tenemos que hacer el máximo esfuerzo para buscar el mayor confort y esto debería ser más importante que optar por un tratamiento as agresivo. Los beneficios de una persona feliz donde su calidad de vida es mejor pueden tener una gran repercusión en su estado.

Leer y documentarme sobre este tema me ha llevado a encontrar afirmaciones muy duras de especialistas que trabajan en esta área: “A  veces los medicamentos se pierden porque hay muchas cosas que hacer en los pacientes en esta unidad”. La participación de los farmacéuticos durante este tiempo tan difícil no es solo deseable, sino NECESARIA.

Quiero concluir expresando que si por desgracia en algún momento de mi vida un familiar o yo misma nos encontramos en esta situación, donde la esperanza por seguir viviendo es poca y  tenga que dejar mi vida en manos de profesionales especializados, espero que entre todas esas personas, como mínimo una de ellas sea un farmacéutico. Ahí es cuando estaré verdaderamente tranquila y sabré que ese farmacéutico no se preocupará solamente de esconder y camuflar mi dolor, sino que aún sabiendo en las pocas probabilidades de éxito para que yo siga viviendo, hará que tenga en mis últimos momentos una calidad de vida buena.

María González Bueno

 

(Este trabajo ha sido galardonado con el Tercer premio en el VI Concurso de ensayo para alumnos de Farmacia organizado por AEFAS en colaboración con la FEEF y Correo Farmacéutico)

 

2019-03-29T16:37:36+00:0029/03/2019|