Mi NO al juramento de la FIP

El Consejo de la FIP (International Pharmaceutical Federation) aprobó, el 31 de agosto de 2014, en Bangkok (Tailandia), un Modelo de «Juramento/Compromiso Farmacéutico». En los últimos meses me ha llegado, por vías muy diversas, la solicitud de que firmará dicho juramento y de que lo promocionará entre mis alumnos, compañeros de asociación, etc. Mi contestación ha sido negativa, me niego a firmarlo por varias razones.

La primera, y menos importante, es que me cuesta comprender qué necesidad tiene un colectivo, en pleno siglo XXI, de introducir un juramento (¿ante quien?, ¿qué valor le da cada uno de los juramentados?). Sólo se me ocurre que se plantee por la necesidad de encontrar algún elemento de escenificación que sea capaz de dar vistosidad a graduaciones, colegiaciones, etc. Porque si no es por esa razón, me daría pena que pudiera venir motivado por una manifiesta falta de confianza en un colectivo que, durante siglos, no ha necesitado de ese compromiso firmado para demostrar su entrega y compromiso social. En un militar, el valor se presupone…; en el farmacéutico el servicio a la humanidad, más aún a la doliente, también se le presupone, está impreso en su cromosoma profesional.

La segunda razón para negar mi firma, la verdaderamente importante, se basa en el tercer punto del juramento. Dice textualmente: «siempre colocaré las necesidades de todos a los que sirvo por encima de mis intereses y consideraciones personales». Queridos miembros de la FIP, no estoy dispuesto a jurar que voy a hacer una dejación de mi conciencia, en lo que los clientes o pacientes consideren sus necesidades, si yo creo que ello puede suponer un acto de mala praxis o un atentado a mi propia conciencia. En los primeros puntos del juramento ya se indica que el farmacéutico se conducirá por los más altos estándares de conducta humana, y que cuidará la salud de todos los que sirve.  Entonces, ¿qué sentido tiene ese tercer punto?, ¿limitar la responsabilidad del farmacéutico?

Estimado Consejo de la FIP, creo que ese punto que han introducido es la manifestación de un espíritu pobre o manipulador (no sé qué es peor). Como farmacéutico, soy un profesional con criterio, con conciencia y con un bagaje científico que me faculta para, con plena responsabilidad, hacer bien mi trabajo. No puedo jurar que voy a atender a lo que cada paciente considere que son sus necesidades (productos milagro, medicalización, etc.) por encima de lo que yo estime que son los estándares de mi profesión.

Para terminar, me gustaría indicar que este tipo de limitaciones, impuestas o promovidas por aquellos que nos guían o representan, no es algo nuevo. Me viene a la memoria lo que tuvo que trabajar un farmacéutico íntegro y cabal, D. Juan Manuel Reol Tejada, desde la Real Academia de Farmacia, para que el Código Deontológico Farmacéutico Español no incluyera ese tipo de limitaciones a la acción del farmacéutico. D. Juan Manuel Reol me enseñó, en apasionadas conversaciones sobre la gestación de dicho Código, lo que es el amor y el sano orgullo de servir a una profesión que tiene su mayor enemigo en la estrechez de miras de muchos de sus dirigentes.

José  López Guzman
2019-01-18T09:19:46+00:0011/02/2015|